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Por un nuevo pacto social en la Medicina | Dr. José Antonio Trujillo
Tribuna publicada en Sanifax por el Dr. José Antonio Trujillo, vicepresidente primero del Commálaga
La medicina es una declaración de amor a la Humanidad. Es la esperanza que alumbra en la penumbra de la enfermedad, la buena nueva que la ciencia y el humanismo nos prestan. Ser médico no es un añadido circunstancial, es una forma de estar en sociedad, una opción personal y profesional que nos sitúa frente a quienes acuden en busca de remedio y consuelo. La medicina exige un compromiso radical con las personas, un modo de entender la vida desde el respeto y la humildad.
Desde esta perspectiva, el ejercicio de la profesión solo se comprende dentro de lo que conocemos como pacto social: un acuerdo implícito en el que la sociedad otorga autonomía y confianza al médico, junto con condiciones laborales razonables, a cambio de que este ponga su ciencia y su vida al servicio de la salud, la dignidad humana y la vida misma. Como todo contrato humano, también éste atraviesa hoy fuertes tensiones.
Vivimos un contexto marcado por la hiperregulación, la especialización creciente y un ritmo imparable de cambios tecnológicos y sociales. Los profesionales nos sentimos a menudo desbordados. El sistema redefine roles, introduce precariedad y deteriora la relación con los pacientes. La lógica utilitarista —maximizar la salud poblacional por encima del individuo— y la hipertrofia de la gestión convierten demasiadas veces el acto clínico en un trámite burocrático, diluyendo la esencia de nuestro trabajo.
En esta “modernidad líquida”, la responsabilidad se fragmenta entre protocolos, sistemas y comités. El médico queda reducido a mero ejecutor, sin capacidad de agencia, pero cargando con las consecuencias del fallo sistémico. A la vez, se medicalizan problemas humanos que poco tienen que ver con los fines de nuestra profesión, alimentando la idea de que más sanidad equivale siempre a más salud, y generando demandas ilimitadas que hacen a la sociedad cada vez más dependiente del poder político.
El quehacer médico se ve amenazado no solo por la presión asistencial, sino también por la imposibilidad de conciliar tres nociones rivales de ética: el imperativo utilitario de maximizar salud poblacional, la autonomía individual del paciente y la experiencia relacional del cuidado prestado por el profesional. No sorprende que las agresiones a médicos aumenten en un entorno tan hostil.
En el pasado, la identidad profesional estaba profundamente integrada en el estilo de vida. Hoy muchos jóvenes médicos conciben su labor como un empleo que debe coexistir con otros intereses vitales. Rechazan contratos precarios y emigran o abandonan la profesión. Se reinventan lejos de la atención directa a pacientes, convertidos en técnicos altamente cualificados al servicio de un sistema que los exprime.
El modelo hipocrático, aunque noble, resulta insuficiente para un mundo globalizado, tecnificado y plural. Hace falta un nuevo código de valores que sostenga el profesionalismo médico y responda a las cambiantes expectativas sociales. La autorregulación de la profesión es parte esencial de este pacto. Un médico con conciencia resiste la deshumanización, el utilitarismo extremo y la banalización del acto médico.
Los médicos seguimos siendo la referencia básica para los ciudadanos cuando buscan atención sanitaria. Somos los protagonistas de la asistencia, más allá de instituciones y tecnologías. Este es el momento de reivindicar nuestro papel en el sistema y en la sociedad. Necesitamos ser profesionales con valor añadido, no recursos humanos prescindibles.
Por eso, rechazamos el anteproyecto de Ley del Estatuto Marco en Sanidad que impulsa el Ministerio. Supone un retroceso en derechos, precariza aún más las condiciones laborales, amenaza la calidad asistencial y desincentiva la vocación profesional en España. Favorece un ecosistema hiperregulado, fragmentado y medido por indicadores que desvirtúan el acto clínico.
Necesitamos un nuevo pacto social en la Medicina. No bastan más personal, subidas salariales mínimas ni nuevos protocolos rígidos. Urge rediseñar el sistema —leyes, instituciones, prácticas— con un criterio esencial: la capacidad real de responder a pacientes, profesionales y sociedad.
El concepto de response-ability es clave: no se trata de responsabilidad en abstracto, sino de la habilidad de dar respuesta, de cuidar en contextos concretos y reales. Esto implica:
- Rechazar normas e indicadores que dañen al paciente y al profesional.
- Poner el acento en el vínculo humano médico-paciente.
- Favorecer una ética del cuidado atenta a personas y circunstancias.
- Construir un sistema diseñado para que los sanitarios puedan responder, no solo obedecer.
En resumen, el pacto no debe medirse por el número de normas cumplidas, sino por la fuerza con la que la Medicina siga respondiendo humanamente en su trato, profesionalmente en su quehacer y éticamente en su esencia.